El diablo del puente del común.

puente del común tomado de Bogotá desde el aire de  Villegas editores

En el extremo norte de la ciudad, en el municipio de Chía, sobre el río Bogotá y en cercanías al imponente castillo Marroquín, se encuentra el puente del común. Es una bella obra de ingeniería que se remonta al Virreinato de la Nueva Granada, cuando el virrey Ezpeleta quiso consolidar las rutas de la capital hacia Zipaquíra, Tunja y Santander. Es quizá una de las obras de ingeniería civil colonial más notable del país, tanto así que su construcción se le atribuye al diablo mismo.

Las leyendas sobre el puente se remontan a sus orígenes. Los   treinta y dos metros de longitud, seis bóvedas y cinco arcos carpaneles son el escenario de la historia de Florentino, un maestro de obra que le vendió su alma al diablo para lograr la construcción del puente.

Así narra Javier Ocampo López la leyenda de Florentino, el diablo y el puente en su libro “Leyendas Populares Colombianas”


El pacto con el diablo a cambio del alma de Florentino incluyo una cláusula por al cual, si el diablo no entregaba el puente terminado esa noche, antes de que cantase el gallo, perdería por ese solo evento el derecho a su alma.

En la noche de la construcción del Puente del Común. Satanás saco a todos los diablos y diablitos del infierno y los puso a realizar esa magna obra. Solamente dejo un centinela en el infierno para que no se saliera ningún condenado.

Satanás organizó a todos los diablos para que, en fila india, fueran pasando de mano en mano las piedras necesarias para la obra y así no se malgastara tiempo precioso. Cuando la piedra estuvo apilada toda, comenzaron los diablos a construir el puente bajo la dirección personal de Satanás.

El maestro de obra Florentino, que era muy sagaz, Ilustración tomada de “Leyendas Populares Colombianas” llevó a un sacerdote y lo escondió muy bien para que el demonio no se enterara de su presencia. Faltaba muy poco para terminar la obra, y ya casi cantaba el gallo al clarear el día, cuando Florentino le pidió la absolución al sacerdote. El Diablo muy feliz, estaba convencido de haber ganado el alma de Florentino, y dando brincos satánicos, dijo esta copla:

“De la uva de la parra
De la canaleta el río
Que les vengo yo a avisar
Que ya Florentino es mío.”·

El gallo canto antes de que los diablos pusieran la última piedra, y en el mismo instante el sacerdote bendijo el puente, por lo cual, Satanás y todos los diablos cayeron de cabeza al río. Sin embargo, el dios del mal lleno de ira por haber perdido el alma de florentino, lanzó una coz sobre el puente para destruirlo, lo cual se hubiera logrado sin las bendiciones sacerdotales. Estampada sobre una piedra quedó la terrible pata de Satanás, como venganza por lo acontecido.

Contrario a la leyenda de Florentino según la cual el maestro vendió su alma a falta de recursos para la construcción del puente. Se sabe que  su costo  fue de 100.000 pesos y finalizó en 1792. La obra estuvo a cargo del ingeniero italiano Domingo Esquiaqui. Y el nombre  se debe, al parecer, al cobro de un  tributo para el paso de mercancías en compensación por la obra.

A pesar de claridad de los datos acerca de la financiación y construcción del puente,  persiste la tradición popular de adjudicarle su construcción al diablo. Es quizá la forma de celebrar y admirar la magnitud del puente que por muchos años fue la obra más notable en la extensa sabana.

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